miércoles, 17 de febrero de 2010

Carta a Corrales

Estimado alcalde, de Siero (que no de El Gato... que se sepa): Le escribo para solidarizarme con su desgracia de haber tenido que dimitir tras estrellar el coche oficial durante una noche de juerga. Y le escribo porque le compadezco... aunque sólo lo justo (todo hay que decirlo). Le compadezco porque haya tenido que abandonar su trabajo ("dimitir de su cargo", dicen algunos colegas cursis) por haber cometido una torpeza común en mi tierra.
Me confieso, señor Corrales, asturiano como usted y –por ello– conocedor de que medio paisanaje nuestro sale de marcha tal día como el de marras con el coche de la empresa y se emborracha por encima de lo común... sólo porque es lunes de Comadres. De modo que –lo confieso– comprendo su desazón por el hecho de que tenga que abandonar su magnífico 'curro' por un hecho tan injusto como que su 'desfase' haya coincidido con una fecha especialmente significativa para la DGT –a la que todo romero asturiano temió tantas veces como usted y yo, dicho sea de paso–. Pero le reconozco que no me siento solidario con usted en absoluto, pese a lo que digo aquí –y a lo que ha contado usted–. Porque tengo amigos recién separados que no cobran –como usted– un sueldo público por 'airear' sus desgracias; porque me consta que quien se va 'de farra' con el coche del trabajo debe tener cuidado; y porque ni yo ni los míos hemos querido ser mejores que la gente que conocemos, como parece haber querido usted, a fuer de político.
Así es que, aun aceptando que la sociedad asturiana ha sido muy hipócrita con usted en este asunto, señor alcalde de Siero –ex-alcalde, ya–, su caso no me da ninguna pena. ¡Qué le vamos a hacer! Por eso, debe bastarle por ahora con recibir un abrazo de un habitual de sus fiestas. O, lo que es lo mismo, de un aficionado a sus güevos que nunca perdió los papeles.
Un saludo de Su Seguro Servidor (SSS, que se dice), señor Corrales.

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