
–Primero, porque estar con el lehendakari al recordar a sus paisanos muertos durante el medio siglo de violencia etarra es el menor de los reconocimientos que la sociedad española debe tributar a los vascos en este momento de la Historia de ambos... vascos y españoles.
–Segundo, porque llorar no tiene por qué ser ya demérito de un hombre... como pensar no lo es de una mujer; por fin, y tras siglos en contrario.
Así las cosas, Don Gato se siente hoy más cerca que nunca de la primera autoridad vasca; y se siente cerca hoy, porque ve emocionado de verdad a un jefe de aquel país... donde la impostura lo mandó todo siempre.
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